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a enfermedad discal intervertebral (EDI) es una de las
causas más habituales de enfermedad neurológica en
perros. A lo largo de la columna, los discos interver-
tebrales se sitúan entre los cuerpos de las vértebras
(excepto entre la primera y segunda cervicales y las vértebras
sacras) justo por debajo de la médula espinal. Los discos in-
tervertebrales proporcionan resistencia y estabilidad a la co-
lumna vertebral frente a las diferentes fuerzas a las que ésta
es sometida, amortiguando los impactos que recibe durante
la actividad del animal. El disco intervertebral consta de dos
partes: el anillo fibroso y el núcleo pulposo. El anillo fibroso es
la parte más externa y está formado de fibras de colágeno dis-
puestas formando capas alrededor de una matriz fibrocartila-
ginosa. El núcleo pulposo es la parte interna del disco interver-
tebral, compuesto por una matriz de agua y proteoglicanos.
Condroide y fibroide
La degeneración de los discos intervertebrales se produce con
la edad y existen dos tipos: degeneración condroide y dege-
neración fibroide. La degeneración condroide se caracteriza
por una pérdida del contenido en agua y proteoglicanos del
núcleo pulposo, junto con un incremento de colágeno. Estas
alteraciones hacen que el disco pierda sus propiedades bio-
mecánicas habituales, lo cual predispone a su herniación. Es la
que afecta habitualmente a las razas condrodistróficas como
el Teckel (también Bulldog Francés, Pekinés, y Shih Tzu, entre
otras), iniciándose el proceso durante el primer año de vida
del animal. Este tipo de degeneración hace que, en muchas
ocasiones, los discos se calcifiquen, siendo visibles radiográfi-
camente (Figura 1). Aunque todos los discos intervertebrales
pueden sufrir calcificación, son los situados entre la décima y
decimotercera vértebras torácicas (T10-T13) los más frecuen-
temente afectados. La importancia clínica de los discos calci-
ficados reside en que éstos tienen un riesgo más alto de her-
niarse y, si son varios, también aumentaría, por tanto, el riesgo
de que el animal tenga varias hernias discales en su vida.
El segundo tipo de degeneración discal es la degeneración fi-
broide. Se produce generalmente en perros de edad avanzada
(mayores de 7 años) y razas no condrodistróficas como, por
ejemplo, el Pastor Alemán. Se caracteriza por un aumento del
colágeno del núcleo pulposo y degeneración del anillo fibro-
so. No suele ir asociada a la calcificación del disco.
Dos tipos de hernias discales
Existen dos tipos de hernias discales. En primer lugar, la ex-
trusión discal (hernia discal Hansen tipo I), generalmente está
asociada a la degeneración condroide. En este caso, se produ-
ce una rotura de la parte superior del anillo fibroso con salida
del material del núcleo pulposo al canal vertebral, originando
compresión de la médula espinal y/o las raíces nerviosas (Figu-
ra 2). Este es el tipo de hernia discal más frecuente en la raza
Teckel y, en general, en las razas de tipo condrodistrófico.
El otro tipo de hernia discal es la protrusión discal (hernia dis-
cal Hansen tipo II), asociada a la degeneración de tipo fibroi-
de y razas no condrodistróficas. Se origina una disminución
Figura 1
Radiografía lateral de la columna toracolumbar de un Teckel. Se ob-
serva calcificación de la mayoría de los discos intervertebrales (la
flecha negra indica el disco intervertebral L1-L2 que está completa-
mente calcificado).
Figura 2
Extrusión discal causando compresión medular.(Foto cortesía de
Tim Vojt, The Ohio State University)
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del grosor y fuerza en la porción superior del anillo fibroso, lo
que obliga al material del núcleo pulposo a desplazarse ha-
cia arriba. La compresión medular es secundaria a la presión
que ejercen el tejido deformado del anillo y el núcleo sobre la
médula, pero sin que haya salida de material al canal medular.
Ocasionalmente, se pueden ver protrusiones discales en razas
condrodistróficas.
Signos de EDI
Aunque la degeneración discal comienza cuando los perros
condrodistróficos tienen pocos meses de edad, los signos clí-
nicos no suelen aparecer hasta los 2 años de vida, y la mayoría
de los perros afectados muestran síntomas entre los 3 y 7 años.
La sintomatología asociada a la hernia discal dependerá de la
localización de la lesión en la columna vertebral (cervical, to-
racolumbar o lumbosacra). Las hernias discales cervicales sue-
len originar dolor marcado, con vocalización espontánea del
animal al moverse, espasmos musculares y postura de cuello
bajo (Figura 3). Además, estos animales son reacios a andar. En
ocasiones, también causan déficits neurológicos obvios con
dificultad del animal para caminar, incoordinación y debilidad
de las cuatro extremidades.
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