10 existen episodios en la vida del perro que pueden crear traumas y problemas de comportamiento. Algo que también ocurre a las personas: “Si a un niño le muerde un perro, sin duda, va a desarrollar una fobia al perro; por lo que, si a un perro le muerde otro perro, va a desarrollar la misma fobia. Si en la edad de cachorro no ha socializado bien con perros y personas, es posible que ese animal muestre problemas de miedos o reactividad de adulto”. Aunque también hay episodios en la vida del perro que no deberían ser traumáticos, pero acaban siéndolo por asociaciones negativas. Un ejemplo es ir al veterinario. “Tanto la revisión como la vacuna de un perro no debería asustarle en absoluto. Y, para nada, la visita al veterinario debería convertirse en un entorno aversivo para el perro, a no ser que haya tenido un problema grave de salud como una fractura”. ¿Qué ocurre, entonces? Pues, según la profesional, el problema es que normalizamos el miedo en consulta como algo establecido, sin pensar que, haciendo un trabajo previo, el perro puede acudir a la consulta del veterinario feliz, dejarse manipular sin problema y facilitar así el trabajo del especialista. “Yo hago este trabajo con mi propio perro y con el de mis clientes. Conseguimos que los perros entren tranquilos a consulta, se puedan vacunar y revisar sin problema, y no supone un trauma para ellos. Pero este trabajo, sin duda, es algo que debe hacer quien conforma la familia del perro”, matiza. En este punto, nos interesa conocer las diferencias, si es que existen, entre un comportamiento con base genética y uno aprendido. “En un comportamiento de base genética va a prevalecer el ADN del perro, y eso es moldeable hasta cierto punto. El perro es una amalgama de genes, neurotransmisores y hormonas, por lo que no podemos ir en contra de su naturaleza. Así pues, podemos mejorar su comportamiento dentro de unos límites”. De hecho, varios estudios han puesto de manifiesto que determinados individuos nacen con diferente regulación neuronal y hormonal, por lo que, si un animal segrega más adrenalina de forma natural, difícilmente puede mostrar un comportamiento extremadamente relajado. Por otro lado, en cuanto al comportamiento aprendido, sí podemos llevar al animal al estado anterior del aprendizaje de ese comportamiento. Independientemente de si se trata de un comportamiento esperado o uno indeseado. “Disponemos de herramientas para hacer ‘desaprender’ ciertos comportamientos, como el desarrollo de fobias, problemas de miedos, reducción de estrés, etc., y funcionan realmente bien. Técnicas como el condicionamiento clásico y operante ayudan a modificar los comportamientos aprendidos o a enseñar comportamientos que queremos que aprendan. Pero, desde mi punto de vista, lo correcto es tener en cuenta tanto la parte aprendida como la parte genética”, concluye Losada. Relación canina Y para lograrlo, al igual que ocurre con cualquier cosa en la vida, es necesario constancia y disciplina. “Desde nuestro conocimiento facilitamos el paso a paso para conseguir el resultado y que implique poco rato y esfuerzo en el día a día, pero hay que ser constantes”. Y junto a ese comportamiento y temperamento del perro, otro aspecto a tener en cuenta es la sociabilidad del animal. Al igual que nos ocurre a los humanos, hay perros más extrovertidos o sociables y perros menos extrovertidos: “Dentro de la especie canina y la raza, cada perro tiene una personalidad diferente y hay que respetarlo. Esto no es un problema siempre y cuando la comunicación sea efectiva. Y un perro pueda comunicar a otro su interés o desinterés en interactuar de forma adecuada”. El problema aparece cuando el humano no conoce qué ‘dice’ su perro en cada momento. “Vemos perros corriendo en los parques con sus propietarios sonriendo porque ambos perros juegan, cuando, en realidad, hay un perro que está huyendo de otro que quiere jugar o interactuar de forma intensa. Y esto es fácil de ver si el que persigue o huye siempre es el mismo. O si este ‘juego’ con los días termina en pelea”, matiza Losada. Por eso es tan importante la comunicación canina, parte importantísima de la educación de un perro. “Saber exactamente qué nos está ‘diciendo’ el perro en cada momento es la diferencia entre tener un perro con o sin problemas de comportamiento. Durante años esto era algo intuitivo, pero hoy en día tenemos a nuestro alcance muchos estudios sobre la comunicación canina, con datos objetivos. Un ejemplo es el ladrido. Cada ladrido es diferente y están catalogados según el timbre, el ritmo y la duración, por lo que podemos distinguir, perfectamente, entre un ladrido de excitación y uno de miedo”, destaca la experta. Sobre todo, porque el perro tiene una comunicación muy rica y es fundamental conocerla para poder relacionarnos mejor con él. De tal manera que deberíamos ‘hablar su idioma’ o, por lo menos, conocerlo. Por otro lado, los perros saben comunicarse entre ellos de forma natural y eficaz, pero muchas veces los humanos, por desconocimiento, inhibimos partes fundamentales de la comunicación. Lo cual puede acarrear problemas de entendimiento entre ellos hasta tal punto que hemos normalizado un comportamiento tan antinatural como que un perro ataque a otros, sea reactivo, agresivo o no sepa jugar de forma adecuada. Porque si bien pensamos que los perros son sociables por naturaleza, no siempre es así. “Lo primero, y más importante, para una buena sociabilización sería cuidar la cría de perros responsables, con progenitores equilibrados y sanos. Lo segundo es dejar de fomentar el destete temprano de los perros, permitiendo que permanezcan el tiempo necesario con sus padres y hermanos, a fin de poder ser un individuo adulto seguro, confiado y con las ‘reglas caninas’ bien establecidas”, concluye Losada. “EL ORIGEN DE UN MAL COMPORTAMIENTO Y MALA CONDUCTA DE LOS PERROS GENERALMENTE RESPONDE A UN PROBLEMA RAÍZ QUE MUCHAS VECES NO COMPRENDEMOS”
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