69 im veterinaria Contando dicho brote, ha habido unos 790 casos desde 2010 hasta ahora. “Un número totalmente inusual”, señala. Hace referencia a que mientras que lo habitual son los máximo 60 casos al año, debido a dicho brote se alcanzaron los 197 solo en 2011. Desde entonces, los casos han ido bajando hasta situarse en números previos al brote. “En 2021 hemos tenido 26; en 2019, 29; en 2018, 36”, sin contar 2020 por no haber sido un “añomuy significativo” debido al Covid-19. Del incidente explica que nació de un reservorio “desconocido” que “se coló” y fue muy difícil de frenar: eran liebres y conejos. Fúster, eso sí, descarta cualquier posibilidad remota de que se vaya a dar otro caso como el de hace once años. Hay “muy pocas” probabilidades debido a que los equipos están “mucho más alerta” y hay diversos sistemas de vigilancia activos. E insiste: el brote fue “la tormenta perfecta”. Los flebótomos tan cerca de una población importante de liebres. “Era como un hotel para ellos”, compara. Riesgos de otras zoonosis Ese escenario inédito, si hoy ocurriese, contaría con una mejor preparación tanto de veterinarios como de sistemas de salud pública y también a nivel médico y asistencial. “Creo que ahora en Atención Primaria (AP) se detectan más casos de leishmania”, asegura Fúster. En ese sentido, desde el área que dirige ponen especial énfasis sobre la fauna silvestre y enfermedades transmitidas por vectores. La mayor movilidad o las zonas modificadas por la acción humana también contribuyen a aumentar el riesgo. De hecho, se trabaja con la hipótesis de que este fuese originado a raíz de la creación de parques urbanos en la zona, eliminando así las barreras para que accedieran hasta ellas los reservorios de leishmania. Por otra parte, ve bastante alejada la posibilidad de que surja un brote en animales de compañía. Donde sí se tienen más sospechas es en fauna salvaje en lugares cercanos al brote, como Móstoles. También en otros sitios, como el parque de Valdebebas. De ahí que se analicen los conejos y las liebres regularmente en ciertas épocas del año. El perro, el vector favorito del flebótomo El estudio centra su análisis en perros callejeros como vectores de la leishmania. Un hecho que no pone para nada en duda y del que, de hecho, recuerda que la CAM tiene activo un sistema de vigilancia frente a este parásito desde 1996. Cada año se revisan alrededor de 900 perros con este protocolo activo. La investigación aprecia un ligero crecimiento que confirma a su vez Fúster, “pero tampocomuy significativo”. A que hayan subido los casos lo achaca a varios factores: más animales en las casas a raíz de la pandemia o el cambio climático que “alarga los ciclos de vida de los flebótomos”. Mientras en esta región se dan entre los meses de mayo-junio a octubre-noviembre, en cuencas como la Mediterránea ya están presentes durante todo el año. Prácticamente a finales de mayo ha comenzado en Madrid el sistema de vigilancia frente a estos vectores. Cinco sistemas de prevención activos Precisamente en este sistema de vigilancia frente a flebótomos, la Comunidad participa activamente con actores como las universidades. El veterinario menciona algunos como el Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET), de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), la Facultad de Biológicas de la misma universidad o el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) de Madrid. A través de trampas adhesivas, se analiza el flebótomo para ver la parasitación y el reservorio del que se ha alimentado. Hay otro sistema activo de fauna silvestre, en el que se analizan sobre todo liebres y conejos durante todo el año en zonas con mayor riesgo de la región. En este sentido, se intentan muestrear unos 200 seres vivos al año. Por último, la CAM tiene tres sistemas de vigilancia para animales de compañía: uno, para los perros de adopción, que se realiza durante todo el año; otro, para perros vagabundos, con cortes anuales en primavera y otoño, y otro de gatos, durante todo el año y el más reciente. “Los gatos no nos dan prevalencias altas, son bajas, pero no hay que perderlos de vista”, agrega. Garrapatas y mosquito tigre Aparte de lo expuesto en el estudio (dirigido por Guadalupe Miró, a la que califica como “una de las mayores expertas en leishmania” de nuestro país), Fúster tampoco quiere dejar de lado otros dos vectores sobre los que él y su equipo están alerta: las garrapatas o el mosquito tigre. Sobre las primeras, está activo un sistema de vigilancia desde 2009. Estas son las responsables de transmtir enfermedades tan graves como la fiebre hemorrágica de Crimea Congo (2016); la fiebre Q; la botonosa o la enfermedad de Lyme. En segundo lugar, el mosquito tigre es el responsable de inocular enfermedades como dengue o zika. Si bien en Andalucía han surgido casos autóctonos, cree difícil que se puedan dar en la comunidad, ya que el moquito debería picar a una persona y a otra más. Para capturar y tomar muestras de este vector, la Comunidad dispone de unas 40 trampas repartidas por todo su territorio para capturar estos mosquitos tigre. Por último, el experto en salud pública alerta sobre el virus del Nilo Occidental, que transmite el mosquito común (Culex pipiens), y que Fúster considera que ha pasado “desapercibido” por la aparición del Covid-19. Y adelanta: “Nosotros hemos empezado a hacer vigilancia de Nilo Occidental”. La mayor movilidad o las zonas modificadas por la acción humana también contribuyen a aumentar el riesgo
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